"Sueña la talla del día, del día que fui y del que soy,
que el de mañana, alma mía, lo tengo soñado hoy"
que el de mañana, alma mía, lo tengo soñado hoy"
En el claro de la luna.
Días y flores.
Días y flores.
Silvio Rodriguez Dominguez.
Y cuando ya mis flores den la espalda, y todo lo que en el tiempo cobra sentido, se haga humo en el viento de una tarde cualquiera, quizás de Agosto, ahí, solo ahí, en ese instante, sera finitud el alma.
Cuando la montaña ya no se acerque, ya no se aleje, ni siquiera sea montaña, sera ahí, solo en ese instante, donde se precipitara una oscura luz hacia el espíritu y sus razones.
Cuando todo sea finitud, carne y espíritu, y ya la música no despierte del sueño, no me aferre a la vida, no me cure los ojos, no me sane del miedo, sera ahí, que quizás yo olvide tu nombre.
Ahí, en la cima tangencial del olvido, en ese instante de crueldad e incomprensión, un estallido de impotencia estallara en mi nombre. Una pregunta arderá en el viento.
¿Que deseo recorre tu ausencia mujer?
Con un lapicito de nube dibujo tu nombre en el cielo.
Espero la luz de la noche a la sombra de mi sed y la luna sobre el llano me resulta inolvidable, te imagino etérea bailando sobre mis pensamientos, decifrando las señales del cielo que yo no decifro.
Y es ahí, en ese instante dentro de un instante en que vuelvo a estallar, pero en un estallido de magia.
Las letras de tu nombre sobre el amor de algún verso que no calla se desordenan en armonioso caos, en poética revolución. Yo enhebro hilitos de sol, me hamaco liviano sobre la suave marea de tu recuerdo, y es ahí, en ese instante donde me cubro de sueños para abrigarme del frió existencial entre el otoño y la muerte, entre el verano y los hijos que nacen en la luminosidad resplandeciente del espejo de la vida, de sus reflejos de esperanza. Cuando somos el otro, cuando somos aquellos, cuando somos nosotros mismos, cuando solo somos uno, cuando yo soy solo tuyo y cuando ya no soy de nadie, de nada y de todo.
Es ahí, en ese instante, en que soy total.
El universo se juega sus astros en el cubilete de Dios, y los desordena prolijamente para extraviar mis sortilegios, yo no reniego del azar de Dios, no es un sujeto que juegue bien la fortuna lúdica del destino de los hombres, cargados dados ruedan en el paño tétrico de la miseria y el desamor.
Y apesar de todo, yo soy un tipo de suerte.
Es en este instante, justamente aquí, en este sutil instante, la felicidad me reconoce con ojos limpios.
Y vuelve el mismo susurro, fe, tan solo fe.
¿Que mas se necesita?
Y cuando ya mis flores den la espalda, y todo lo que en el tiempo cobra sentido, se haga humo en el viento de una tarde cualquiera, quizás de Agosto, ahí, solo ahí, en ese instante, sera finitud el alma.
Cuando la montaña ya no se acerque, ya no se aleje, ni siquiera sea montaña, sera ahí, solo en ese instante, donde se precipitara una oscura luz hacia el espíritu y sus razones.
Cuando todo sea finitud, carne y espíritu, y ya la música no despierte del sueño, no me aferre a la vida, no me cure los ojos, no me sane del miedo, sera ahí, que quizás yo olvide tu nombre.
Ahí, en la cima tangencial del olvido, en ese instante de crueldad e incomprensión, un estallido de impotencia estallara en mi nombre. Una pregunta arderá en el viento.
¿Que deseo recorre tu ausencia mujer?
Con un lapicito de nube dibujo tu nombre en el cielo.
Espero la luz de la noche a la sombra de mi sed y la luna sobre el llano me resulta inolvidable, te imagino etérea bailando sobre mis pensamientos, decifrando las señales del cielo que yo no decifro.
Y es ahí, en ese instante dentro de un instante en que vuelvo a estallar, pero en un estallido de magia.
Las letras de tu nombre sobre el amor de algún verso que no calla se desordenan en armonioso caos, en poética revolución. Yo enhebro hilitos de sol, me hamaco liviano sobre la suave marea de tu recuerdo, y es ahí, en ese instante donde me cubro de sueños para abrigarme del frió existencial entre el otoño y la muerte, entre el verano y los hijos que nacen en la luminosidad resplandeciente del espejo de la vida, de sus reflejos de esperanza. Cuando somos el otro, cuando somos aquellos, cuando somos nosotros mismos, cuando solo somos uno, cuando yo soy solo tuyo y cuando ya no soy de nadie, de nada y de todo.
Es ahí, en ese instante, en que soy total.
El universo se juega sus astros en el cubilete de Dios, y los desordena prolijamente para extraviar mis sortilegios, yo no reniego del azar de Dios, no es un sujeto que juegue bien la fortuna lúdica del destino de los hombres, cargados dados ruedan en el paño tétrico de la miseria y el desamor.
Y apesar de todo, yo soy un tipo de suerte.
Es en este instante, justamente aquí, en este sutil instante, la felicidad me reconoce con ojos limpios.
Y vuelve el mismo susurro, fe, tan solo fe.
¿Que mas se necesita?
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