Ambos poemas:
Por Santiago Zambianchi
Por Santiago Zambianchi
" El Condimentador ".
Publicando para matar
Esculpir la palabra,
transformarla en herramienta
que te sepulta.
La voz en la daga
de la tinta,
como espada en
mis manos para vaciarte
el orgullo pueril
de dominarme completa
el alma.
Será , mujer,
la tristeza que me has impregnado,
mi eterna inspiración
arrojada en el papel destruyéndote.
Serán las letras de cada verso
ladrillos de acero labrando
la obra que te dará
muerte pública.
Por insolentes!
Que deseperados
los del mareo pasional.
Quieren explotar mi frialdad
y yo les convido
atardeceres de soledad.
Silencio desnudo.
Costumbre impuesta
de no esperar.
Sobre el filo de la barra de un bar cualquiera, bajo la hoja de acero de la noche, me sacude tu lengua de poeta, tu minúscula inmensa figura dominando la escena, predominando las palabras de tu tacto incomprendido, de tu corazón inclaudicable.
Me detuve en estos poemas, no para pensarlos, ni siquiera, (jamas lo haría) por cuestiones literarias; me detuve por la sangre.
Por la furia.
Por genuinos.
Sangre del poeta en la arena blanca de las hojas de vidrio donde escribe.
Poeta nocturno, asesino a sueldo de botellas vacías, desenfunda el lápiz y dispara.
Se que no tomaras prisioneros.
Cuando den las doce, te batirás a duelo con la ironía, y a quince pasos del amor gritaras fuego.
Atravesando las palabras, destrozaras los papeles, ordenaras la casa, romperás los platos y beberas los vasos en orden alfabético, luego, encenderás el fuego purificador de la verdad.
Poeta.
Sencillamente provocas la locura.
Siempre te espero entre el misterio y la sorpresa, que llegues con dos pizcas de extravio y un ramillete de verdades.
Hijo de la contradicción.
Larga vida.
Te encuentro soñando despierto en la esperanza de saber, que mañana, sera mañana.
Publicando para matar
Esculpir la palabra,
transformarla en herramienta
que te sepulta.
La voz en la daga
de la tinta,
como espada en
mis manos para vaciarte
el orgullo pueril
de dominarme completa
el alma.
Será , mujer,
la tristeza que me has impregnado,
mi eterna inspiración
arrojada en el papel destruyéndote.
Serán las letras de cada verso
ladrillos de acero labrando
la obra que te dará
muerte pública.
Por insolentes!
Que deseperados
los del mareo pasional.
Quieren explotar mi frialdad
y yo les convido
atardeceres de soledad.
Silencio desnudo.
Costumbre impuesta
de no esperar.
Sobre el filo de la barra de un bar cualquiera, bajo la hoja de acero de la noche, me sacude tu lengua de poeta, tu minúscula inmensa figura dominando la escena, predominando las palabras de tu tacto incomprendido, de tu corazón inclaudicable.
Me detuve en estos poemas, no para pensarlos, ni siquiera, (jamas lo haría) por cuestiones literarias; me detuve por la sangre.
Por la furia.
Por genuinos.
Sangre del poeta en la arena blanca de las hojas de vidrio donde escribe.
Poeta nocturno, asesino a sueldo de botellas vacías, desenfunda el lápiz y dispara.
Se que no tomaras prisioneros.
Cuando den las doce, te batirás a duelo con la ironía, y a quince pasos del amor gritaras fuego.
Atravesando las palabras, destrozaras los papeles, ordenaras la casa, romperás los platos y beberas los vasos en orden alfabético, luego, encenderás el fuego purificador de la verdad.
Poeta.
Sencillamente provocas la locura.
Siempre te espero entre el misterio y la sorpresa, que llegues con dos pizcas de extravio y un ramillete de verdades.
Hijo de la contradicción.
Larga vida.
Te encuentro soñando despierto en la esperanza de saber, que mañana, sera mañana.
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