Sobre el techo del corazón incorporo tu recuerdo claro, su rojo tejado bajo el sol de Febrero, brilla en la tarde que atraviesa la ruta de estos días. Estoy aquí, en este momento, un poco volviendo entre destello y detalle, a metros de mi último desvelo, impune y a salvo del crimen de tus ojos asesinos. No soy soldado que sirva para otra guerra, voy por la bala el beso y la bandera, por tus mañanas, tu sed, tus caderas.
¿A que distancia real se aproximan tus placeres de mis sueños, tu lengua de mis ojos y mi verdad de tus deseos?
Reviso espejos por estos días, saco cuentas y no compro diarios, escribo con la persistencia de una pared en el olvido, de una botella en el mar, escucho melodías que no se dejan ver, estoy incendiando las excusas que no encuentro, el tiempo que se pudre por la noche que no llega.
No fallaras, es obvio, eres invencible mujer. Cifrado en la sencillez de no ceder a tus misterios, tus poderes, un hombre sencillo con pretensión de horizonte no puede darse lujos de no jugar a ser inolvidable, de no tentar a los peligros, de no pretender ser la voz en tus oídos, aquí, aquí, aquí y aquí, no me importan los cuando los ahora, los nunca, los siempre, yo solo aquí espero, y aquí existimos, aquí te existo.
Si tu fallas, no esperes que yo lo haga. Hoy soy péndulo y delirio, oscilo entre tus detalles y mis destellos.
2 comentarios:
Hermoso...
Hace tiempo que no pasaba por acá.
Mis tiernos saludos Cochinillo.
Que belleza de palabras unidas unas a las otras!!!! Realmente precioso y exquisito su texto.
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